Desde hace un año, la tragedia de los Covid-19 golpea con toda su fuerza a las poblaciones terrestres. El coronavirus ha pasado a la escala planetaria y se ha erigido en el enemigo número 1 del mundo. Por ahora, sería conveniente hacer un breve balance de esta pandemia para saber en qué punto se encuentran las cosas.
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Los orígenes se atribuyen a la ciudad de Wuhan, en China, más precisamente el 16 de noviembre de 2019, donde se registró el primer caso de coronavirus en el mundo. Cayendo de Caribdis a Escila nos encontramos a principios de 2020 con otros casos de contaminación.
Las cosas empezaron a calentarse y ahora estamos en millones de casos de COVID-19 con una horda de muertes a cuestas. Por decirlo de alguna manera, podría llamarse el genocidio sanitario más devastador que el mundo haya visto jamás. Al no prever esta situación, las reacciones han sido lentas a nivel de cada gobierno.
En esos, no es tarde para recuperarse, las pocas personas vivas con buena salud. Se ha instituido una oleada de contención para, al menos, contrarrestar un poco el mal y permitir que los médicos tengan un respiro para pensar en soluciones para erradicar la enfermedad.
La luz al final del túnel: oleadas de vacunas y alguna polémica
Sin embargo, la situación había empezado a remitir hacia finales de año, cuando uno de los países más afectados, en concreto Italia, empezó a elaborar informes sanitarios que ofrecían un rayo de esperanza. Menos casos de contaminación, menos casos de muerte y finalmente la creación de una vacuna. Algo que todo el mundo esperaba con impaciencia.
Al menos, una buena noticia que el mundo conoce desde que comenzó esta historia. Actualmente, las vacunas se distribuyen en varios países. Astra Zeneca es la alternativa más prometedora en este momento, a pesar de las controversias sobre los efectos secundarios, el miedo de las poblaciones negras a las conspiraciones para infectarlas y, finalmente, las diferentes formas de la enfermedad que están surgiendo.